domingo, 25 de enero de 2009

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Soy generosa porque me sobra el tiempo... también las carnes, como habrá podido ver desde donde está sentado. Voy por la vida regalándome por entero y esperando a algún pervertido al que regalarle mi indecencia. Llevo una caja de los vientos incorporada como un bypass y aveces necesito correr en una dirección distinta, pero juro que no soy malvada y que dibujé un abrazo exclusivo para todo aquel que aspiró a mi cama. En cuanto a las sábanas, las cambio siempre que tengo visita y huelen a melocotón o manzana verde según sea el talante que intuyo en los ojos de mi invitado. Usted me parece más de melocotón pero, claro, tendría que rozarlo con la punta de los dedos para poder asegurárselo. Me sé de memoria los siete primeros minutos de “le fille sur le pont” de Patrice Leconte y me invento divertidos juegos de palabras cada dos por tres. Acaricio la nuca y el lóbulo de la oreja izquierda con una ternura inaudita y suelo despertarme con ganas de juego. Yo no me veo mas que ventajas excepto por ese pequeño tic en el dedo índice que me hace fotografiar todo cuanto me rodea. Además, mi medico dice que por prescripción facultativa conviene que no duerma sola. Es por eso por lo que me dirijo a usted, porque de lejos parece buen tipo y me ha gustado eso de que sus manos hayan estado tan llenas de pintura como las mías. Así que solo me queda decirle que si finalmente acepta el trato, solo deberá pestañear ostensiblemente y yo me acercaré para darle más detalles.

2 comentarios:

Dara dijo...

Y parpadeó, montones de veces.


Un miau

Dr. Muerte dijo...

Todavía la espero, mientras me pongo más colirio de tanto pestañear!